Ir al contenido principal

Envíos gratis a partir de 49 euros. Solo envíos peninsulares. Islas y extranjero: teléfono todos los días de 9:30 a 21:30

Envíos gratis a partir de 49 euros

Otras formas de pago o destinos, consultar por teléfono todos los días de 9:30 a 21:30

Autor: Farmacia La Victoria

Métodos anticonceptivos sin receta médica

Los métodos anticonceptivos nos ayudan a posponer la maternidad/paternidad, evitar embarazos no deseados y prevenir enfermedades e infecciones de transmisión sexual, entre otros.

De los múltiples métodos anticonceptivos existentes, hay algunos que requieren la intervención de un médico o enfermera, pero otros que no. Estos últimos podemos adquirirlos en nuestra farmacia de confianza sin necesidad de receta médica. Hoy en día, encontramos tres tipos:

 

1. Métodos barrera:

 

Aquellos que evitan la llegada del espermatozoide al óvulo:

  • El condón o preservativo: es el único método anticonceptivo, junto con el condón interino femenino, que nos sirve de anticonceptivo a la vez que nos protege frente a enfermedades e infecciones de trasmisión sexual. No requiere receta médica, no tiene restricciones de edad y se venden en cualquier farmacia. Existen de diferentes tamaños, tipos formas, texturas y sabores, podemos usarlos junto a otros métodos anticonceptivos menos con el condón interno o femenino, ya que la fricción entre ellos puede hacer que se recojan o se rompan, y es posible combinarlo con lubricantes. Si se usan y conservan siguiendo las instrucciones correctamente, hay muy pocas opciones de quedar embarazados o de contagiarnos de alguna enfermedad de trasmisión sexual.

 

  • El condón interno o preservativo femenino: al igual que el masculino previene el embarazo y protege de las infecciones o enfermedades de trasmisión sexual. No requiere receta médica y no tiene restricciones de edad. Podemos usarlos junto a otros métodos anticonceptivos menos con el condón o preservativo, ya que la fricción entre ellos puede hacer que se recojan o se rompan, y es posible combinarlo con lubricantes. Tenemos la opción de colocárnoslo hasta ocho horas antes de comenzar la relación sexual, no siendo necesario retirarlo después de la eyaculación. Vienen fabricados en látex sintético, son de talla única y se venden en cualquier farmacia. Si se usan y conservan siguiendo las instrucciones correctamente, hay muy pocas opciones de quedar embarazados o de contagiarnos de alguna enfermedad de trasmisión sexual.

 

  • La esponja anticonceptiva: es pequeña y está hecha de espuma plástica, blanda y suave. Podemos usarla junto a otros métodos anticonceptivos y combinarla con lubricantes, y es una alternativa sin hormonas disponible sin receta en cualquier farmacia y sin restricciones de edad, pero no nos protegen contra enfermedades o infecciones de trasmisión sexual. Podemos ponérnosla hasta veinticuatro horas antes de tener una relación sexual y, una vez colocada, es efectiva veinticuatro horas sin necesidad de cambiarla, pero hay que dejarla al menos seis horas después de la relación para que mantenga su efectividad, nunca sobrepasar las treinta horas en total y usarla siguiendo las instrucciones correctamente.

 

  • Los espermicidas: evitan la llegada del espermatozoide al óvulo de dos modos, haciendo que los espermatozoides no se puedan mover con agilidad y bloqueando la entrada al cuello uterino. Hay espermicidas en diferentes formatos: gel, crema, película, espuma o en pastilla, su efectividad como anticonceptivo es mayor cuando se usan siguiendo las instrucciones correctamente. Pero ninguno protege contra enfermedades o infecciones de trasmisión sexual.

 

2. Métodos anticonceptivos naturales:

 

Existen varias opciones, como: el método de observación de la fertilidad, la eyaculación fuera de la vagina, la abstinencia, el sexo sin penetración y la lactancia materna como método anticonceptivo. No se puede asegurar la eficacia de estos métodos, excepto en el caso de la abstinencia o del sexo sin penetración, que sí son 100% efectivos como método anticonceptivo.

 

3. La pastilla del día después:

 

Es un método anticonceptivo de emergencia que se usa cuando hemos tenido relaciones sexuales de riesgo, sin anticonceptivos o cuando el anticonceptivo ha fallado. Es un medicamento que podemos comprar sin receta médica, no tiene límite de edad y podemos adquirirla en cualquier farmacia. Lo más efectivo es tomarla dentro de las 72 horas posteriores a la relación sexual de riesgo, pero no finaliza un embarazo ya implantado y puede llegar a fallar aun usándola correctamente (debemos leer bien las instrucciones de uso, sobre todo en lo que respecta a las contraindicaciones). No debemos emplearla como método anticonceptivo primario, y no nos protege de enfermedades ni infecciones de trasmisión sexual.

Características y prevención de la rinitis alérgica

 

La rinitis alérgica es un trastorno nasal que provoca una inflamación de las capas internas de la nariz, causando: obstrucción nasal, estornudos, goteo nasal, tos, sibilancias, otitis, dolor de cabeza, irritación u hormigueo en alguna parte de la piel y, a veces, conjuntivitis.

El número de casos es mayor entre los adolescentes y los adultos jóvenes, y bastante rara antes de los cinco años de edad. A partir de los treinta y cinco es muy poco frecuente, y pasados los sesenta tienden a mejorar los síntomas de manera espontánea.

La rinitis alérgica puede confundirse con un resfriado porque comparte con él alguno de sus síntomas. Pero, en el caso de la rinitis alérgica, sus síntomas no incluyen fiebre ni malestar general, y se producen en contacto con el alérgeno concreto que nos produce la alergia.

Un catarro, por su parte, conlleva congestión nasal sin picor y la secreción acuosa de los primeros días pasa a ser moco de los tres a diez días posteriores, acompañándose con fiebre, malestar general y dolor de garganta.

La rinitis alérgica y el asma, con frecuencia, se dan a la vez, no estando claro si resultan del mismo proceso alérgico o si el asma desencadena la rinitis.

 

¿Cómo ha evolucionado la rinitis alérgica?

 

Es una enfermedad muy común a nivel mundial, que ha experimentado un aumento de casos en los últimos años llegando a ser, hoy día, una de las principales causas de que vayamos al médico.

Su incidencia ya es superior en las ciudades que en el campo, hecho que se relaciona con la contaminación atmosférica y la responsabilidad de la misma en el aumento de la polinosis (enfermedad alérgica), las lesiones inflamatorias de los tejidos que recubren boca, nariz, garganta y tráquea, y el aumento del poder alérgico de algunas plantas.

Nos afecta en nuestras actividades sociales, laborales y escolares, y es causante, muchas veces, del absentismo laboral o escolar, de la disminución de nuestra productividad e incluso del aumento de las alteraciones de nuestros estados de ánimo, astenia o alteraciones en el aprendizaje.

 

Consejos para prevenir los síntomas de la rinitis alérgica

 

Aunque, si padecemos este tipo de alergia, es difícil prevenir los síntomas de la rinitis alérgica, sí existen estrategias que pueden ayudarnos, evitando o eliminando posibles factores que lo originen.

  • Evitar exponernos a aquello que nos provoca la rinitis alérgica.
  • Limpiar nuestra casa con frecuencia y quitar el polvo con aspiradora o trapos húmedos.
  • Prescindir de adornos, muebles, libros o juguetes que acumulen polvo.
  • Reducir al máximo el contacto con nuestras mascotas o de ellas a zonas sensibles de la casa, como las habitaciones.
  • Usar deshumidificadores en zonas húmedas o mal aireadas.
  • Lavar con frecuencia y en agua caliente, fundas de almohadas, sábanas y mantas.
  • Mantener una buena higiene de nuestras cavidades nasales. Sonarnos suavemente para no crearnos problemas auditivos y limpiarnos las fosas nasales con soluciones fisiológicas. (/categoria-producto/corporal/limpieza-nasal/)
  • Usar filtros de partículas de alta eficiencia.
  • Sustituir las cortinas de tela por persianas o estores.
  • Usar almohadas de fibras sintéticas.
  • Usar fundas de colchón impermeables.
  • Exterminar las cucarachas, en caso de que las haya.
  • Intentar evitar aquellos desencadenantes relacionados, como: gases irritantes, humedades altas o aire contaminado, entre otros.

Una vez que la rinitis alérgica ha empezado a dar síntomas, lo más aconsejable es acudir a nuestro profesional sanitario de confianza para que nos indique el tratamiento a seguir, las dosis adecuadas y la frecuencia recomendada.

Tratamiento de la rinitis alérgica

 

A la rinitis alérgica solemos relacionarla con la llegada de estaciones como la primavera, el verano o el otoño, que inducen al pasto, la maleza, las flores o los árboles, a liberar granitos de polen que terminan en nuestra nariz o garganta, produciéndonos lo que conocemos como rinitis alérgica.

Pero, existen otros alérgenos que motivan este trastorno nasal y que están presenten en todas las estaciones del año, como: heces de los ácaros del polvo, ácaros del polvo, hongos de la casa, cucarachas y caspa o proteínas de animales, entre otros.

 

Métodos eficaces contra los síntomas de la rinitis alérgica

 

Vamos a hacer una revisión de los tratamientos más usados para contrarrestar los síntomas de la rinitis alérgica. Estos tratamientos deben ser siempre prescritos y supervisados por nuestro profesional sanitario de confianza, quien tendrá en cuenta factores como: si tomamos otros medicamentos o complementos alimenticios, si padecemos alguna enfermedad, si somos alérgicos a alguna sustancia particular, etc…

Tanto si ya sufrimos los síntomas de la rinitis alérgica como si aún no nos han alcanzado, existen varios mecanismos de prevención a nuestro alcance, tanto para paliar los síntomas como para evitarlos.

Pero, cuando los métodos preventivos no son suficientes, podemos echar mano de varios tratamientos efectivos, como:

Soluciones salinas intranasales: nos ayudarán a mover la secreción espesa y a hidratar la mucosa. Limpian los residuos de alérgeno que quedan en nuestros conductos nasales (espacios abiertos detrás de la nariz) y alivian los síntomas, previniendo infecciones. Se trata de una terapia complementaria que también es útil para absorber mejor las medicinas y reducir las costras intranasales.

La función de nuestros mocos es la de atrapar bacterias, virus, polvo y otras sustancias para que el aire llegue limpio a los pulmones. Si lavamos nuestra cavidad nasal, fluidificamos el moco facilitando su evacuación. Pero no debemos utilizarlos más de 2/3 veces al día, pues podemos irritar la mucosa e impedir que se regenere, ni tampoco debemos usarlas si nuestras fosas nasales están bloqueadas.

Esta solución puede viajar hacia la faringe o hacia la fosa contralateral, dependiendo de la posición en que apliquemos la solución o de cómo ladeemos la cabeza.

Si no la introducimos correctamente podemos trasladar el moco hacia el oído y provocarnos dolor (otalgia) o infección (otitis) por lo que, si no hemos recibido consejo de nuestro profesional sanitario de confianza sobre la manera más correcta de realizar esta limpieza, lo mejor es hacerla con la cabeza recta, y asegurarnos de que la solución no se desplaza a los oídos.

Existen dos tipos de soluciones salinas:

Las soluciones isotónicas: aquellas cuya concentración de sales es parecida a la de los fluidos de nuestro organismo, como el suero fisiológico. Funcionan desplazando el moco para que se regenere y que no se acumule.

Las soluciones hipertónicas: contienen una concentración salina más alta, parecida a la del agua marina. Funcionan hidratando mejor el moco para permitir que se mueva con mayor facilidad.

Los lavados de gran volumen son más efectivos que las gotas o los aerosoles pues, estos últimos, aunque son portátiles y fáciles de usar, necesitan un uso más frecuente para conseguir la misma efectividad.

Corticoesteroides nasales en aerosol: son seguros para adultos y niños, y pueden usarse de forma continuada o sólo cuando sea necesario. Estos aerosoles reducen el moco y la hinchazón, pero no es hasta las dos semanas que empezaremos a notar los resultados.

En cuanto a su aplicación, viene dada en las instrucciones del empaque y consiste en: lavarnos las manos antes de usarlo, sonarnos la nariz para despejar el conducto nasal, agitar el envase e inyectar el contenido presionando el aplicador con la cabeza bien erguida, bloqueando la otra fosa nasal con el dedo. Hay que inhalar lentamente y repetir el proceso con la otra fosa nasal, evitando estornudar o sonarnos la nariz justo después de cada aplicación.

Antihistamínicos: se utilizan cuando los síntomas no duran mucho tiempo o son esporádicos, a ellos les hemos dedicado un artículo a parte. Los antihistamínicos nasales en aerosol operan bastante bien contra la rinitis alérgica.

 

Otros tratamientos para la rinitis alérgica

 

Por otro lado, ya en una categoría más médica, comentar que existen otros tratamientos, como:

La inmunoterapia de desensibilización: más eficaz cuando la rinitis alérgica es estacional y usada, principalmente, cuando los síntomas son graves, el alérgeno no se puede evitar o el tratamiento farmacológico es inadecuado.

La inmunoterapia sublingual: funciona colocando el medicamento bajo la lengua y se usa con rinitis alérgicas producidas por tipos específicos de polen: polen de la hierba, polen de ambrosía o extractos de alérgenos de ácaros del polvo doméstico.

La vacunación contra las alergias: si no podemos evitar el contacto diario con el polen, o nuestros síntomas son difíciles de controlar, también podemos echar mano de inyecciones regulares hasta alcanzar la dosis que nos ayude a controlar los síntomas.

Aunque estos tratamientos, en su mayoría, podemos adquirirlos sin receta en nuestra farmacia de confianza, es importante que sea nuestro profesional sanitario quien nos indique el tipo de tratamiento que debemos seguir, la frecuencia del mismo y su duración.

Importancia de la vitamina D en bebés

 

Dar la dosis adecuada de vitamina D es esencial para el crecimiento del bebé porque ayuda a un correcto desarrollo de sus huesos, su corazón y su sistema inmunitario. Es por esta razón que la Asociación Española de Pediatría recomienda administrar vitamina D a todos los recién nacidos durante, al menos, el primer año de vida.

 

¿Qué pasa si un bebé tiene niveles bajos de vitamina D?

 

Los bebés con deficiencia de esta vitamina, pueden desarrollar algunas enfermedades como:

  • Raquitismo: una enfermedad que presenta ablandamiento en los huesos del cráneo y del cuerpo, talla baja y mayor riesgo de retraso psicomotor.
  • Enfermedades pulmonares: la vitamina D contribuye a la maduración pulmonar, reduciendo afecciones como la bronquitis o el asma.

Hay estudios que también relacionan el déficit de vitamina D con las caries o el trastorno del espectro autista, pero estaría aún por demostrarse una evidencia directa. 

 

¿Cómo puede mi bebé conseguir la vitamina D que necesita?

 

Los bebés menores de un año deben tomar una cantidad de vitamina D de 400 UI al día. A partir de los doce meses, el pediatra indicará si debe mantener la suplementación con esta vitamina.  

Este apoyo durante el primer año es necesario, ya que el bebé no es capaz de conseguir toda la vitamina D que necesita de manera natural. Los niños no pasan el suficiente tiempo en exteriores como para conseguirla a través del sol, y durante los seis primeros meses se debe dar lactancia en exclusiva, por lo que no pueden adquirirla de alimentos como pescados, yogures, huevos o aguacates, entre otros.

 

Vitamina D a partir del año

 

A partir del año de vida, debe ser el pediatra quien recomiende el suplemento, si el niño lo necesita. La recomendaciones actual es seguir una dieta variada, con alimentos que contengan vitamina D, y realizar actividades al aire libre de manera segura.

Suplementos de vitamina D, cuándo tomarlos

 

Cuando nuestra dieta alimentaria no es suficiente para nutrirnos de vitamina D deberíamos recurrir a suplementos vitamínicos que nos ayuden a alcanzar los niveles recomendados para llevar una vida saludable.

Existen múltiples motivos que podrían hacernos padecer una insuficiencia de vitamina D. Puede deberse a los medicamentos que tomamos, a que no comamos los alimentos adecuados , a un problema de mala absorción de dicha vitamina, a una falta de exposición solar o a que nuestros riñones o hígado no convierten la vitamina D en su forma activa. 

También puede venir provocado por nuestra piel, que no produce vitamina D mientras está expuesta a la luz solar o porque tenemos una piel oscura que posee una menor capacidad para producir esta vitamina, podría venir determinada por un problema de obesidad o bien estar relacionada con una enfermedad celíaca o por la enfermedad de Crohn.

 

Suplementos de vitamina D, tipos

 

Podemos adquirir suplementos de vitamina D en nuestra farmacia de confianza y sin receta médica, pero la recomendación sanitaria es consultar con nuestro médico o farmacéutico antes de consumir dichos complementos, porque pueden provocarnos sobredosis de vitamina D, interactuar con otros medicamentos o suplementos que estemos tomando, o provocarnos reacciones alérgicas.  

Existen dos variantes principales de suplementos de vitamina D:

Suplementos de vitamina D3 o colecalciferol: es un complemento a nuestra dieta diaria (complementa, no sustituye), y pertenecen a la clase de medicamentos análogos de la vitamina D. Su trabajo consiste en ayudar a nuestro organismo a sacar todo el rendimiento posible al calcio de los alimentos que ingerimos, con el objetivo de conseguir unos huesos, músculos, nervios y un sistema inmunitario más fuerte. 

Se pueden usar individualmente o bien en combinación con otras vitaminas o medicamentos, y se presenta en varias formas: cápsulas, cápsulas de gel, gel masticable, tabletas o gotas líquidas.

Hay que tomarlo a la misma hora cada día y siguiendo las instrucciones de nuestro médico o farmacéutico de confianza, tanto para cantidades como para su frecuencia.

Los posibles efectos secundarios de los suplementos de vitamina D3 son: pérdida de apetito, pérdida de peso, náuseas,vómitos, estreñimiento.

Suplementos de vitamina D2 o ergocalciferol: también es un complemento a nuestra dieta diaria (complementa, no sustituye), y también pertenecen a la clase de medicamentos análogos de la vitamina D. Es el más utilizado en suplementos vitamínicos y alimentos enriquecidos y, al ser de origen vegetal, es la opción más escogida por las personas veganas. Su trabajo consiste también en ayudar a nuestro organismo a sacar todo el partido del calcio que ya se encuentra en los alimentos.

Se presenta en forma de cápsulas y se toma una vez al día, tragando la tableta (sin masticarla ni triturarla) y siguiendo las instrucciones de nuestro médico o farmacéutico de confianza, tanto para cantidades como para su frecuencia.

Los posibles efectos secundarios de los suplementos de vitamina D2 son: piel pálida, cansancio, dificultad para pensar con claridad, pérdida de apetito, náuseas, vómitos, estreñimiento, sed, pérdida de peso, somnolencia, dolores musculares, rigidez muscular o debilidad muscular.

 

Consecuencias de los niveles bajos de vitamina D

 

La consecuencia directa de padecer un déficit de vitamina D es que perdamos densidad ósea, lo que hace que nuestros huesos sean más débiles y tengamos mayor probabilidad de sufrir fracturas óseas y dolores en huesos, músculos o articulaciones (osteoporosis u osteomalacia). Y esta podría considerarse la consecuencia menos grave, pues un déficit de vitamina D puede llevarnos al raquitismo (posible en bebés, a los que dedicaremos una mención especial), la diabetes, el cáncer o la esclerosis múltiple.

Por ello es muy importante que cuidemos nuestros niveles de vitamina D y que, en el caso de no poder adquirir dicha vitamina a través de medios naturales, consultemos con nuestro profesional sanitario de confianza la conveniencia, o no, de tomar suplementos vitamínicos en este sentido.

La vitamina D o vitamina del sol

 

Las vitaminas, en un sentido general, se obtienen a través de los alimentos. Pero, la vitamina D también podemos obtenerla mediante nuestra propia piel, a través de los rayos UVA del sol. 

Entre las funciones de la vitamina D está el mantener nuestra pared intestinal sana para que impida el paso de virus perjudiciales, estimular a las células de primera línea de nuestro sistema inmunitario y prevenir infecciones pulmonares y respiratorias.

La vitamina D también ayuda a nuestro cuerpo a absorber el calcio, sustancia imprescindible para gozar de unos huesos fuertes, a los músculos a realizar correctamente sus movimientos y a los nervios para transmitir mensajes.

 

Niveles y formas de la vitamina D

 

La vitamina D la encontramos de dos maneras:

  1. Como vitamina D2: La que encontramos en los vegetales.
  2. Como vitamina D3: La que encontramos en animales y vegetales, que es la que fabrica nuestra propia piel al entrar en contacto con los rayos UVA del sol. 

Un nivel adecuado de vitamina D debe ser superior o igual a 30 ng/ml (nanogramos por mililitro), sufriremos carencia de vitamina D cuando su concentración sea menor a 12 ng/ml (nanogramos por mililitro) y, por el contrario, tendremos exceso de vitamina D cuando nuestros niveles sean superiores a 125 ng/ml (nanogramos por mililitro). Estos valores sólo se nos mostrarán haciéndonos un análisis de sangre. 

La carencia de vitamina D supone un déficit de nuestra densidad ósea, que puede llevarnos a una osteoporosis, una osteomalacia o a fracturas de huesos. También hay estudios que lo vinculan con enfermedades como: diabetes, presión arterial alta o esclerosis múltiple, entre otras.

Y, mención aparte para la importancia de que nuestro bebé tenga la cantidad de vitamina D que necesita para desarrollar unos huesos fuertes.

 

Cómo conseguir vitamina D de forma natural

 

Un 85% del nivele de vitamina D que necesita nuestro organismo proviene de la luz solar, por ello la recomendación es tomar el sol entre quince y veinte minutos al día. Pero, esta situación ideal no es factible para la gran mayoría, por lo que existen métodos alternativos para conseguir vitamina D. Uno de ellos es utilizar alimentos ricos en vitamina D.

Entre estos alimentos, destacamos:

Pescado: Los pescados azules son los que más vitamina D nos aportarán, pero los magros o blancos también la poseen, aunque en menor proporción. Destacamos: arenque, congrio, salmón ahumado, jurel, palometa, salmón, sardina, anchoa y atún blanco o rojo.

Huevos: Es en la grasa de la yema donde se disuelve la vitamina D del huevo, por lo que el consejo es que los comamos enteros.

Productos lácteos enteros: En los productos lácteos desnatados o semidesnatados se elimina la vitamina D. La leche es una de las mejores elecciones como aporte de vitamina D, y puede ser de vaca, de soja, de almendras o de avena. Los yogures naturales son otra buena opción en cuanto a lácteos.

La carne de ternera y de pollo: Hay que cocinarla a la plancha o en cocciones que faciliten la protección de sus nutrientes.

Las setas: Una manera de potenciar los niveles de vitamina D de las setas es ponerlas al sol antes de cocinarlas. 

El aguacate: Es prácticamente la única fruta rica en vitamina D, junto con la naranja.

Cuando no nos sea posible llevar una dieta equilibrada, con un aporte suficiente de vitamina D, o no dispongamos del tiempo o los medios necesarios para sentarnos al sol veinte minutos al día, podemos adquirir vitamina D, o vitamina D combinada con otros nutrientes u otras vitaminas, en forma de suplemento vitamínico.

La importancia de una dieta equilibrada

Hoy en día, la mala alimentación y el sedentarismo son los dos principales motivos en el mundo de sufrir enfermedades peligrosas para nuestra salud y calidad de vida.

Por ello es tan frecuente que nuestro profesional sanitario de confianza nos recomiende llevar una dieta equilibrada. Parece una recomendación muy lógica e innecesaria, pero la realidad es que, con el aumento de la producción de alimentos procesados y el cambio en nuestro estilo de vida, se han producido variaciones en nuestros hábitos que han resultado en dietas muy altas en alimentos hipercalóricos , grandes cantidades de sal y sodio, un elevado consumo de grasas y azúcares libres, y un gran déficit de frutas, fibra dietética o verduras.

 

¿Qué es una dieta equilibrada?

 

La dieta equilibrada supone una armonía entre ingesta calórica y gasto calórico (lo que comemos y lo que nuestro organismo consume). Es diferente según las necesidades individuales de cada persona: su edad, sexo, actividad física o hábitos de vida, y debe cubrir las demandas energéticas de cada organismo de forma exclusiva, teniendo en cuenta que las grasas no deberían superar el 30% de la ingesta calórica total.

La elaboración de una dieta equilibrada puede hacerse agrupando los alimentos según su valor nutritivo, con el objetivo de calcular el aporte de calorías y nutrientes que nuestra dieta equilibrada necesita. 

Para calcular los valores nutritivos, podemos agrupar los alimentos de la siguiente manera:

  • Leche y derivados
  • Carne
  • Frutas y verduras
  • Pan y cereales

 

Imprescindibles para una comida saludable

 

Una comida saludable incluye, necesariamente:

  • Al menos, cinco porciones de frutas y hortalizas al día (sin contar tubérculos como las patatas), verduras, legumbres, frutos secos y cereales integrales.
  • Un consumo inferior al 5% de ingesta calórica total de azúcares libres (aquellos que fabricantes, cocineros o consumidores añadimos a alimentos o bebidas. También están presentes en la miel, los jarabes, los zumos o los concentrados de frutas).
  • Menos del 30% de la ingesta calórica diaria de grasas (menos del 10% de grasas saturadas y menos del 1% de grasas trans) :
    • Es mejor usar grasas no saturadas (pescado, aguacate, frutos secos o aceite de oliva, soja o girasol) que saturadas (aceite de palma y de coco, nata, queso, mantequilla, manteca de cerdo o carnes grasas), trans (galletas, tartas y pasteles, aceites de cocina, pastas untables o pizzas congeladas), o trans de rumiantes (vacas, cabras u ovejas). 
  • Menos de 5 gramos al día de sal (una cucharadita).

 

Consejos para una comida saludable

 

Comer de forma saludable no significa pasar hambre, basta con seguir una serie de directrices sencillas.

A la hora de cocinar, limitemos los alimentos horneados o fritos y escojamos el vapor o la cocción. También podemos reemplazar la mantequilla y la manteca de cerdo por aceite de soja, colza, maíz, cártamo o girasol. 

Si nos gustan los productos lácteos, vayamos por los desnatados y las carnes magras. Y, cuando tengamos un sabroso trozo de carne en el plato, quitemosle la grasa visible. 

Los aperitivos y alimentos envasados de producción industrial son fatales para nuestra salud, intentemos evitarlos, y un especial hincapié en la sal. La sal está presente en todas las comidas y en muchos alimentos o platos cocinados y precocinados, intentemos consumir menos de 5 gramos al día de sal (una cucharadita).Acostumbrarnos a la comida saludable, y a llevar una dieta equilibrada y sana en nuestro día a día, nos ayudará a prevenir enfermedades y a disfrutar de una vida más larga y plena.

El ejercicio físico como tratamiento fundamental para la hipertensión

La hipertensión es, probablemente, la enfermedad número uno a nivel mundial, así como el factor de riesgo más común entre las llamadas enfermedades cardiovasculares que, a su vez, son la primera causa de muerte por enfermedad en nuestro país. Afecta a un tercio de la población mundial mayor de dieciocho años, a más del 20% de adultos entre cuarenta y sesenta y cinco años, y a más del 50% de personas mayores de sesenta y cinco años en todo el mundo.

A nivel nacional, alrededor del 40% de la población española es hipertensa, y se calcula que más del 37% están aún sin diagnosticar, pese a que la hipertensión es una patología cuya falta de control puede desencadenar complicaciones muy graves, como infartos de miocardio o ictus, entre otras.

 

Presión arterial, síntomas

 

Habitualmente, las personas padecen de tensión alta durante años sin presentar ningún síntoma, llegando incluso a evolucionar en problemas cardíacos, de riñón o cerebrales sin ser siquiera conscientes; por esta razón se ha bautizado a la hipertensión como al ‘asesino silencioso’.

Únicamente la hipertensión severa (hipertensión arterial secundaria) podría asociarse a síntomas como mareos, estrés, hemorragia nasal espontánea o dolor de cabeza.

 

Hacer deporte para prevenir la hipertensión

 

Aunque no se conocen las causas concretas que provocan una hipertensión arterial primaria o esencial, si sabemos que hay factores que suelen influir en la inmensa mayoría de casos, los principales son:

Inactividad y vida sedentaria: Entre los principales promotores de la hipertensión o tensión alta, y que merece una atención especial, encontramos la vida sedentaria que, además de promover la hipertensión provoca obesidad y aumenta nuestros niveles de colesterol malo.

Una actividad física moderada pero continua fortalece nuestro corazón, permitiéndole bombear más sangre con menor esfuerzo y ayudando así a reducir la presión sobre nuestras arterias.

Realizar actividad física con regularidad también ayuda a mejorar nuestra movilidad articular y muscular, favoreciendo la salud cardiovascular, aliviando el estrés, mejorando nuestras horas de descanso y minimizando los riesgos de sufrir otras enfermedades.

Pero, para mantener los beneficios que nos aporta el hacer ejercicio físico hay que realizarlo con regularidad ya que sus efectos, en cuanto a la disminución de la tensión arterial, duran aproximadamente veinticuatro horas.

La recomendación es hacer ejercicio de tres a cinco veces por semana, con una duración de, al menos, 20 minutos. Y, teniendo siempre presente nuestra frecuencia cardíaca máxima (FCM).

  • El ejercicio aeróbico es el más indicado para bajar nuestra tensión arterial: caminar, correr, andar en bicicleta, nadar o bailar, sobre todo en personas con presión arterial de, al menos, 140/90 mmHg.
  • Para personas con presión arterial 130-139/85-89 mmHg, añadir ejercicios de resistencia dinámica sería muy recomendable. Son ejercicios que involucran, al menos, a seis grupos de músculos grandes, e incluyen: levantamiento de pesas, sentadillas o flexiones.
  • Finalmente, para personas con presión arterial 130/84 mmHg sería muy beneficioso realizar ejercicios de resistencia isométrica, que son aquellos que implican la concentración de los músculos, como los ejercicios de agarre.

Mención aparte para los deportistas de competición con hipertensión arterial (HTA), que podrían estar expuestos a un mayor riesgo de eventos cardiovasculares. Para estos atletas es muy recomendable que su médico de confianza lleve un seguimiento pautado de sus niveles de presión arterial.

Obesidad y sobrepeso: Ambos están considerados como dos de los desencadenantes principales de la hipertensión, junto con el sedentarismo. Cuanto más pesamos, más sangre necesita nuestro organismo para abastecer de oxígeno y nutrientes a los tejidos y, a medida que la cantidad de sangre aumenta, también aumenta la presión que ejerce en las paredes de nuestras arterias.

El sobrepeso ocurre cuando nuestro índice de masa corporal es igual o mayor a 25 kg/m2. La obesidad, cuando dicho índice es igual o superior a 30kg/m2.

Controlar nuestro peso es un pilar básico para el tratamiento no farmacológico de la tensión alta. La dieta recomendada para mantener nuestra presión arterial a niveles adecuados empieza por disminuir el consumo de grasas saturadas de origen animal y vegetal, disminuir las calorías que ingerimos, los azúcares, bajar el consumo de sal y comer productos propios de la dieta mediterránea: frutas, verduras, hortalizas, legumbres, cereales integrales, carnes blancas, pescado azul, frutos secos, lácteos desnatados y aceite de oliva.

La forma más fácil de moderar el consumo de sal es no añadirla en las comidas. Si leemos el etiquetado de los productos que compramos habitualmente, veremos que sus ingredientes están colocados en orden descendente según su cantidad, busquemos aquellos en los que la sal aparezca al final de dicha lista e intentemos elegir alimentos que contengan menos de 0,5 g o 500 mg de sodio por 100 g de producto (1 g de sodio equivale a 2,5 g de sal). Para calcular cuánta sal tiene un producto, multiplica la cantidad de sodio que contiene por 2,5.

Si ya has tomado estas medidas y tus platos no te resultan sabrosos, prueba a utilizar especias y hierbas como sustitutivos de la sal. Por ejemplo, para la carne: laurel, pimienta, tomillo, romero, orégano, ajo, cebolla, nuez moscada o salvia; para pescados: zumo de limón, pimienta, eneldo o curry; para las verduras: albahaca, perejil, romero, salvia, eneldo o estragón.

 

Otras posibles causas de sufrir de tensión alta

 

A parte de las anteriormente citadas, otras posibles causas de sufrir hipertensión son:

Tabaco: El tabaco daña las paredes de los vasos sanguíneos acelerando el proceso de acumulación de placa en las arterias, por lo que, cada vez que inhalamos humo de tabaco reducimos el tamaño de nuestros vasos sanguíneos.

Estrés: Nuestro cuerpo crea oleadas de hormonas cuando nos estresamos. Estas hormonas aumentan la presión arterial, dañando nuestras arterias y haciendo que los vasos sanguíneos se estrechen. Para aliviar situaciones de estrés podemos hacer ejercicios de respiración, yoga o meditación. Se ha comprobado que una respiración lenta, de cinco a siete veces por minuto, puede ayudar a reducir la presión arterial.

Edad: El riesgo de tener la presión arterial alta aumenta a medida que envejecemos, esto pasa porque los vasos sanguíneos se vuelven más rígidos con la edad. Pero, los niños también pueden padecerla, sobre todo en aquellos casos en los que sufren de problemas en el riñón o en el corazón. Y los malos hábitos en su estilo de estilo de vida también contribuyen a que los niños enfermen de hipertensión.

Consumo excesivo de alcohol: El consumo recomendado es de menos de 30 g de alcohol diarios para los hombres, y menos de 20 g para las mujeres.

Consumo de Cocaína

Antecedentes familiares: La hipertensión puede ser hereditaria.

Causas endocrinas como desequilibrios hormonales exógenos y endógenos: Un 5% aproximado de mujeres que toman anticonceptivos podrían desarrollar hipertensión.

Enfermedades relacionadas con la hipertensión (normalmente con la hipertensión arterial severa o secundaria): el hipertiroidismo e hipotiroidismo, la hipercalcemia, el hiperparatiroidismo, la acromegalia, la apnea obstructiva del sueño, la hipertensión inducida por el embarazo, la diabetes, enfermedades renales o patologías vasculares, entre otras.

La tensión arterial. Tratamiento para la tensión arterial alta

 

Las arterias son vasos por los que circula la sangre del corazón a los tejidos, junto con el oxígeno y nutrientes que estos necesitan. La tensión arterial es la fuerza que dicha sangre profesa contra sus paredes al ser bombeada por el corazón.

La presión arterial viene determinada, tanto por la cantidad de sangre que bombea nuestro corazón como por la resistencia de nuestras arterias a su corriente. Cuanto más alta es esta tensión, más esfuerzo ha de hacer el corazón para bombearla. Y, cuánta más sangre bombea nuestro corazón, más se estrechan las arterias y mayor es la tensión arterial.

 

Qué es la hipertensión o tensión arterial alta

 

La hipertensión, o tensión alta, es una patología crónica y silenciosa (bautizada así porque no da síntomas por sí sola) que sucede cuando los vasos sanguíneos, también conocidos como arterias, tienen una tensión permanentemente alta.

Las primeras consecuencias de la hipertensión las sufren nuestras arterias, endureciéndose a medida que aguantan una tensión alta de forma continuada y haciéndose, poco a poco, más gruesas hasta llegar a dificultar el paso de la sangre a través de ellas.

Una vez que esto sucede, empiezan a favorecer la acumulación de colesterol malo en sus paredes y a ocasionar complicaciones. Si las cifras de la tensión arterial no se normalizan (lo que los profesionales sanitarios llaman ‘control de la presión arterial’) tenemos el riesgo de sufrir cambios en prácticamente todos los órganos, pues las arterias lo irrigan todo: el cerebro, el corazón, las grandes arterias, el riñón, etc… Y estas complicaciones afectarán enormemente a nuestra calidad y esperanza de vida futura.

 

Cómo controlar nuestra tensión arterial

 

Por todo lo mencionado es tan importante llevar un control de nuestra tensión arterial y, en este aspecto, el procedimiento es relativamente sencillo. Lo más habitual es que nuestro médico nos mida la presión arterial como parte de nuestra revisión de rutina.

A partir de los dieciocho años debemos medir nuestra tensión arterial, al menos, cada dos años. Una vez llegados a los cuarenta deberíamos medirla cada año, aunque puede que nos toque hacerlo con mayor asiduidad si ya hemos sido diagnosticados de hipertensión o padecemos otro factor de riesgo.

La lectura de la tensión arterial se hace en milímetros de mercurio (mm Hg), y consta de dos valores:

  • Valor superior (presión sistólica): Es el primer valor que aparece en la fórmula, y mide la presión en las arterias cuando el corazón late.
  • Valor inferior (presión diastólica): Es el segundo valor que aparece en la fórmula, y mide la presión en las arterias entre latidos.

Por ejemplo, 120 sobre 80 se escribiría: 120/80 mm Hg.

Veamos los niveles recomendados por la Sociedad Europea de Hipertensión/Sociedad Europea de Cardiología:

  • Óptimo: Presión sistólica menor de 120 mmHg y diastólica menores de 80 mmHg.
  • Normal: Presión sistólica entre 120-129 mmHg y/o diastólica entre 80-84 mmHg.
  • Normal alta: Presión sistólica entre 130/85 mmHg y/o diastólica entre 139/89 mmHg.

En función de estos valores se pueden definir tres grados de hipertensión arterial:

  • Hipertensión Grado 1: Presión sistólica 140-159 mmHg y/o diastólica 90-99 mmHg.
  • Hipertensión Grado 2: Presión sistólica 160-179 mmHg y/o diastólica 100-109 mmHg.
  • Hipertensión Grado 3: Presión sistólica mayor o igual a 180 mmHg y/o diastólica mayor o igual a 110 mmHg.
  • Hipertensión sistólica aislada: Presión arterial sistólica mayor de 140 mmHg y presión arterial diastólica menor de 90 mmHg.

El diagnóstico médico se hace a partir de esta medida, por lo que es imperativo ser muy precisos a la hora de establecerla, pero tengamos en cuenta que es normal que nuestra tensión arterial sea distinta según la hora del día.

La presión arterial se realiza habitualmente con esfingomanómetros, conocidos popularmente como tensiómetros, sometidos a validaciones y homologaciones reglamentarias. Debe medirse en ambos bazos para resolver si existe alguna diferencia entre ellos. En el caso de no acudir a nuestro centro de atención primaria de forma regular, existen otras maneras de medirnos la tensión arterial:

  • Zonas habilitadas en nuestra propia comunidad, como nuestra farmacia más próxima.
  • En ferias de salud.
  • Lecturas que realizamos en nuestro propio hogar: las lecturas que nos hacemos en casa son una buena manera de controlar nuestra tensión arterial de forma regular, para ello debemos obtener un tensiómetro casero de buen ajuste y calidad, con un manguito adecuado y un lector digital. Es importante que practiquemos con nuestro proveedor farmacéutico al comprarlo, él/ella nos indicará la forma apropiada de usarlo: a qué horas debemos tomarnos la presión, cuál es la posición adecuada o el lugar adecuado para colocarnos el manguito, entre otras cosas. Se trata de un aparato electrónico muy sensible, por lo que es importante revisarlo periódicamente y llevarlo a nuestros chequeos rutinarios para verificar que es el aparato adecuado y que lo usamos bien. También sería prudente acompañarlo de un cuaderno en el que hayamos registrado los resultados obtenidos en cada medición.

 

Pastillas para la tensión

 

A parte de la condición imprescindible y vital de aplicarnos ciertas medidas de prevención relacionadas con nuestros hábitos de vida, en ocasiones es necesario complementarlas con pastillas para la tensión que han de venir prescritas, necesariamente, por nuestro profesional sanitario de confianza.

Por la naturaleza crónica de la enfermedad, es fundamental que seamos constantes con los tratamientos que nos receten, pues tendemos a relajarnos con el tiempo y este hecho nos acarreará complicaciones en nuestra salud y calidad de vida. El objetivo de las pastillas para la tensión no es otro que reducir la tensión arterial hasta que deje de suponer un problema para nuestra salud.

En un primer momento, el tratamiento suele comenzar con un solo fármaco. Conforme vayamos pasando controles, nos irán añadiendo, o no, nuevos medicamentos.

Las pastillas para la tensión alta se dividen en grupos:

  • Diuréticos (tiazidas, clortalidona e indapamida), también conocidos como ‘píldoras de agua’: Ayudan a nuestros riñones a eliminar sodio del cuerpo, disminuyendo la cantidad de líquido que circula por nuestros vasos sanguíneos y reduciendo, por consiguiente, su presión arterial.
  • Betabloqueantes: Para que nuestro corazón palpite más lentamente y con menos fuerza.
  • Antagonistas del calcio: Reducen el calcio que entra en las células de nuestros vasos sanguíneos y consiguen relajarlos.
  • Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina: Tranquilizan a nuestros vasos sanguíneos reduciendo su presión arterial. 
  • Antagonistas de los receptores de la angiotensina II: Funcionan de una forma parecida a los inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina.

Existen fármacos menos frecuentes para el tratamiento de la hipertensión que incluyen:

  • Los alfabloqueantes: Considerados de segunda o tercera línea de tratamiento y que ayudan a relajar los vasos sanguíneos, reduciendo su presión arterial.
  • Los que actúan sobre el sistema nervioso central: Envían una señal al cerebro, y al sistema nervioso, para que relajen sus vasos sanguíneos.
  • Los vasodilatadores: Emiten una señal a los músculos de las paredes de los vasos sanguíneos para que se relajen.
  • Inhibidores de renina: Medicamento actual que reduce la cantidad de precursores de angiotensina con el objetivo de relajar los vasos sanguíneos.

Y, sobre todo, que nunca se nos ocurra tomarlos, o cambiarnos las dosis, por nuestra propia cuenta y riesgo, estos fármacos pueden provocarnos complicaciones y deben conocerse bien. Nuestro profesional sanitario de confianza nos aconsejará sobre cualquier tipo de cambio que debamos realizar y nos dirá si debemos evitar alimentos, bebidas, medicamentos, vitaminas o suplementos.

El virus de la varicela zóster

 

La varicela es una enfermedad infectocontagiosa aguda engendrada por el virus de la varicela zóster, o virus humano tipo 3 (primoinfección que nos queda latente en el organismo cuando ya hemos pasado la varicela). Es una enfermedad muy contagiosa, común entre los niños hasta los doce años de edad, cuya aparición y síntomas han ido aminorando gracias a la vacuna.

 

Notas importantes sobre la varicela zóster

 

La varicela zóster se contagia, principalmente, a través de las gotitas de Pflügge que expulsamos al hablar, toser o estornudar. Estas gotitas no permanecen suspendidas en el aire, por lo que la trasmisión por esta vía sólo es posible a una distancia de menos de un metro.

Pero, la varicela, también puede contagiar a través de mucosidades, saliva o del líquido de las ampollas, por lo que, si una persona susceptible de ser contagiada toca dichas gotitas atestadas de virus, estas pueden terminar en sus manos y, de allí, a su organismo a través de la boca, los ojos, las fosas nasales o heridas abiertas en la piel.

La enfermedad empieza dos semanas después del primer contacto, pero hay que tener en cuenta que podemos ser contagiosos desde dos días antes de aparecer los primeros síntomas hasta los siete días posteriores a la aparición de las primeras manifestaciones de la enfermedad.

El período de incubación de la varicela se sitúa entre los diez y los veintiún días, y la enfermedad dura hasta que la última lesión se trasforma en costra (alrededor de los siete días).

La mayor parte de los casos de varicela ocurre en niños menores de diez años, y no es muy probable que los niños cuyas madres ya han pasado la varicela, o han recibido la vacuna, la contraigan antes de cumplir el primer año de edad. Si la contraen, mayoritariamente son casos muy leves, dado que los anticuerpos de la madre les ayudan a protegerse.

Los médicos suelen diagnosticar varicela cuando pueden observar las erupciones cutáneas características de esta enfermedad.

 

Varicela, síntomas inequívocos

 

Por regla general, la varicela suele empezar con fiebre y dolor de cabeza, garganta o estómago, que continúan unos pocos días. La fiebre se mantendrá entre los 38.3 y los 38.8 C, y podemos manifestar pérdida de apetito, cansancio, malestar general, moqueo o congestión nasal, estornudos y tos, por lo que puede parecernos un resfriado.

Pero, el principal y más característico síntoma de estar sufriendo una varicela es la aparición de exantemas pruriginosos, erupciones cutáneas que, en el caso de la varicela, pican mucho y tienen morfología, extensión y distribución variables.

Aparecen a los uno o dos días de manifestarse los primeros síntomas, entre diez y veintiún días después de haber tenido contacto con alguien que tenía la enfermedad, brotando primero en cara y tronco, y evolucionando centrífugamente hacia afuera.

Al principio, veremos pequeños puntos rosados que pronto madurarán una pequeña ampolla llena de líquido. A las veinticuatro o cuarenta ocho horas, el líquido enturbiará y las ampollas empezarán a crear costra. Pero, no bajemos la guardia porque, estos exantemas pruriginosos aparecen en oleadas, con lo que es posible que mientras algunos comiencen a formar costra aparezca una nueva oleada.

Sucesivamente, irán apareciendo: máculas, pápulas, vesículas, pústulas y costras, que se solaparán haciendo coexistir, entre sí, los diferentes estadios de la enfermedad y formando lo que se conoce como ‘cielo estrellado’.

Estas erupciones cutáneas pueden afectar a nuestras mucosas: bucal, conjuntiva, rectal, vaginal y también a nuestro cuero cabelludo, desencadenando adenopatías  a nivel suboccipital y cervical posterior.

Una vez pasada la varicela, el virus permanece inactivo en el cuerpo de por vida, aunque uno de cada diez adultos experimenta brotes de herpes zóster (dolorosas ampollas de poca duración) cuando, durante una época de estrés, el virus vuelve a surgir.

 

¿La varicela se puede complicar?

 

En niños inmunocompetentes la varicela suele ser leve, sin complicaciones, su complicación más frecuente viene del rascado, que nos puede provocar estafilococos o estreptococos (un tipo de bacterias que causan infecciones).

Cuando la varicela la padecen pacientes inmunodeprimidos, puede haber otras complicaciones como: neumonías, infecciones bacterianas grabes o encefalitis, aunque es raro que suceda.

Deben tener especial cuidado:

  • Las personas no vacunadas.
  • Recién nacidos o bebés cuyas madres no han pasado la varicela o no se han vacunado contra ella.
  • Personas que toman medicamentos esteroides o inmunodepresores.
  • Personas inmunodeprimidas.
  • Mujeres embarazadas que no han tenido la varicela: cuando la madre se infecta de varicela, la semana previa al nacimiento o después de un par de días del nacimiento, el bebé tiene mayor riesgo de desarrollar una infección grave, potencialmente mortal. Si ese es tu caso, consulta con tu médico.

 

También debemos consultar con nuestro médico cuando:

  • Vomitamos.
  • Padecemos rigidez en el cuello.
  • Tenemos problemas para caminar.
  • Dificultad para mirar luces brillantes.
  • Sufrimos somnolencia y nos cuesta despertarnos.
  • Experimentamos tos intensa y nos cuesta respirar.
  • La fiebre alta nos dura más de cuatro días o es superior a 38.9 C.
  • La erupción se extiende a los ojos, y se vuelve roja y caliente.
  • Los latidos de nuestro corazón son demasiado rápidos y perdemos de la coordinación muscular.

 

Modos de aliviar los síntomas de la varicela, tratamiento

 

En niños inmunocompetentes, por lo general, la varicela no necesita tratamiento, aunque el médico puede recetarte antihistamínicos como difenhidramina, para aliviar el picor, o acetaminofén si tenemos fiebre leve. Pero intenta no rascarte, así evitarás cicatrices y que se te infecten las ampollas. Córtate bien las uñas para, si te rascas, no desgarrarte la piel.

Mantén tu piel fresca y evita el sudor, porque este hará que te pique aún más. Puedes usar paños húmedos con agua tibia, o dar-te un baño corto (no más de cinco minutos) con agua tibia y un poco de avena, que aliviará la picazón. La loción de calamina en las ronchas, también te ayudará a relajar el picor.

Si nos salen llagas en la boca, una dieta blanda nos ayudará a comer mejor. Y mantén una buena higiene: lávate bien las manos, ponte ropa limpia (también la interior) y lava bien aquella que vayas usando durante la enfermedad.

Para la febrícula se usa el paracetamol, pero nunca tomes aspirina porque puede provocarte el Síndrome de Reye  y empeorar la situación.

Finalmente, echa mano de la vacunación. No suele suceder, pero hay personas sin vacunar que mueren por varicela, y es una enfermedad muy contagiosa.

Los niños, entre los doce meses hasta los doce años de edad, deben recibir dos dosis de la vacuna contra la varicela: la primera dosis, de los doce a los quince meses de edad, la segunda dosis, de los cuatro a los seis años de edad.

Los mayores de trece años que no recibieron la vacuna y nunca sufrieron varicela, deben recibir dos dosis con, al menos, veintiocho días de diferencia. Y, si sólo recibiste una vacuna debes completar la serie; consulta con tu médico.

Existe una vacuna llamada MMRV que contiene la vacuna contra el sarampión, las paperas y la rubéola, todas juntas. Es una opción para niños entre doce meses y doce años de edad; consulta con tu médico.